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La especialidad quirúrgica ha evolucionado notablemente en las últimas décadas, con el objetivo constante de ofrecer tratamientos menos invasivos y más eficaces para los pacientes. La cirugía laparoscópica fue una de las primeras innovaciones en este campo, y desde entonces se ha continuado desarrollando técnicas quirúrgicas que sean más precisas y menos invasivas.

En este marco surge la cirugía sin huella, una técnica que no solo se enfoca en los aspectos estéticos, sino que también tiene como objetivo disminuir los riesgos tanto durante la operación como en el postoperatorio. Este método se lleva a cabo mediante pequeñas incisiones y el uso de imanes especiales patentados, lo que contribuye a reducir el dolor y acelerar el proceso de recuperación.

La cirugía sin huella emplea técnicas avanzadas para realizar procedimientos como la extirpación de vesícula biliar y/o apéndice, diversos procedimientos ginecológicos, reparaciones de hernias, entre otros, cubriendo hasta un 70% de los procedimientos de cirugía general. El principal propósito de la cirugía sin huella es garantizar a los pacientes una recuperación tan rápida que ni siquiera perciban que han sido sometidos a una intervención quirúrgica.